Decidir es difícil. Sobre todo cuando abundan las opciones y toca analizar muchos datos hasta llegar a la decisión acertada. ¿Cierto? No necesariamente. A veces la mejor elección llega sin darle tantas vueltas a la cabeza. ¿La razón? Nuestra mente tiene la capacidad de procesar un caudal de información de manera inconsciente. Si quieres, llámalo intuición.

Ilustración @j.a.ovalles_art
En ese órgano fascinante y aún misterioso que es el cerebro existe algo llamado la memoria implícita. Se trata de un potente ámbito donde se almacena información que llega allí de manera consciente, es decir, que sabemos que la recogimos de algún lado y posiblemente fue de manera deliberada, digamos que a través de una experiencia o en Google. Pero también hay otra que llega allí sin que nos demos cuenta, o en otras palabras, nuestra mente la recogió pero no estamos al tanto de su existencia.
A la hora de tomar decisiones o realizar alguna labor creativa, nuestro inconsciente procesa esa rica base de datos con una inteligencia sorprendente. Lo curioso es que a veces, cuando decidimos que intervenga nuestra inteligencia consciente, es decir, cuando pensamos y pensamos las cosas, entorpecemos el proceso en lugar de facilitarlo. Es como si la razón le cortara alas a la intuición.
Hace varios años hice un taller de guión cinematográfico con Jean Claude Carrière, quien trabajara junto Luis Buñuel en películas como “Bella de día”. Él nos recomendaba “reposar las ideas en el escritorio del inconsciente” para que surgiera una escena que valiera la pena. También aseguraba que en el proceso creativo era fundamental distraer la mente para que pudiera trabajar a plenitud. Por ello, después de explicarnos el andamiaje dramático de una película, nos formaba en círculo para bailar un poco o hacer juegos en grupo. Algunos practicamos el ritmo, y otros salieron del taller con un cortometraje entre manos.
Lo que procuraba Carrière, así como han comprobado muchos otros artistas y científicos, era relajar la mente para que surgieran asociaciones e imágenes que no transitaran los caminos habituales, es decir, ayudar a abrir las compuertas de la memoria implícita. De esta forma pueden ocurrir cosas inesperadas, como que al ducharnos se nos aparezca la solución a un problema, o que tengamos un momento de revelación mientras caminamos por el parque.
En dos platos, la respuesta que tanto buscas puede llegar en el momento que menos lo esperes y cuando estés más distraído. Nuestra mente maneja un volumen de información mayor de lo que crees, y en muchas oportunidades, es capaz de procesarla con eficiencia sin que intervenga nuestro pensamiento consciente.
Lo que me trae de vuelta a la decisiones y el poder de la intuición. ¿La estás tomando en cuenta? Al descuidarla o no prestarle la atención debida podrías estar perdiendo la oportunidad de resolver un problema de manera rápida y acertada. Lo fascinante además es que la intuición puede ofrecer su respuesta segundos después de que surja la pregunta, o en ocasiones, tomarse un tiempo en la sombra para luego lanzarnos un chispazo que pareciera venir de la nada.
Y claro, hay quienes creen que ese momento de luz viene de una energía universal, una consciencia planetaria o una fuerza divina. Y de ser así, ¿no son buenas razones para prestarle atención y permitirle que te guíe?
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